Desde que aparecí era ésta una ruptura a lo ordinario
Esa imagen a la que me senté al lado.
No sonaba habitual, salía del cúmulo
de la gran marea de símbolos que codificamos y borramos
del conglomerado de hedores, colonias, sudores, ruidos y calenturas que palpamos sin notarlo
Cuántos gestos y miradas domesticamos en lo cotidiano.
Qué mezcla de olores evita nuestro olfato,
y epidermis repele nuestra mano;
Para que sea éste un atisbo de algo desigual.
El otro es lo ajeno, reconocido
Es el tercero; puesto ahí al azar como yo.
Se sospecha, pero concuerda.
Porque es parte de esta misma amalgama, que me hace, que copio o alejo.
Ese al que no descifro, es lo desconocido.
Un distinto desentona porque no encaja,
desafina en su propiedad o en su existencia.
No es ya parte del sistema e impone una exigencia inversa.
Un sugerente que plantea cuestionamientos
¿quién es tal? ¿por qué aquel? ¿de dónde ha venido? ¿qué quiere decirme?
Sí, lo he descubierto.
No es de aquí, viene de México.
Muestra unas sandalias pigmentadas,
Pone sus pies sobre un apoya brazos
Y eso me lo ha dicho, que es anónimo.
¿Cuánta piel mudamos en ese entrar en el amasijo para afinar a tal punto el sentido, que se distinga el otro del desconocido?