El lente

Son palabras que atienden a lo interno y que siguen su propio ritmo. A veces pueden fabular, ficcionar y otras confesarse.
Porque no solo tenemos una mirada, esta es la del espíritu y los afectos. Dédiée à "la Môme Piaf”, Édith Giovanna Gassion, La vie en rose, une chanson sublime.
"Les Ennuis, Des Chagrins S'effacent Heureux, Heureux"

martes, 4 de octubre de 2011

Lo que pienso

No sé si yo me quiera dedicar a la Política. Sé que me hallo en constante búsqueda de una identidad como venezolana, que me preocupa mi país, y siento a los otros como parte del mismo lugar donde vivo. Sobre todo en la calle, uno se va dando cuenta de quién está llena esta “casa”, como un proceso de descubrimiento familiar, voy dibujando un árbol genealógico lleno de muchas interrogantes ¿quiénes somos? ¿qué buscamos? ¿quiénes son nuestros padres? ¿cómo nos podemos describir? Veo mucha pobreza, miseria, necesidades y desigualdades tremendas; y eso desde el espacio de mis comodidades no me deja tranquila. Imaginar qué hace el otro es un proceso que se ha vuelto inevitable.


Hace dos días un amigo me invita al gimnasio, 6:30am clase de spinning me dice. Salimos a las 6am de mi casa, tomamos la Av. La Salle, luego conectamos con la Libertador, bajamos por el Boulevard de Sabana Grande y llegamos finalmente al CC El Recreo. Todo eso tardó 5 minutos. No dejaba de pensar entonces en que hace un año me despertaba tal vez a la misma hora de ese día, 5am, pero tardaba alrededor de 2 más en atravesar la carretera de El Junquito, pasar por autopista y los caminos verdes para llegar “a la ciudad”. Sin embargo lo que uno ve en el camino no cambia demasiado. Los carritos frenan en la parada, se montan niños que desde los 6 o o 7 andan solos, se hacen largas colas donde se lleva la mercancía del día. Se instalan los alquileres telefónicos, la panadería abre desde las 5am -recibe a los que vinieron por carretera-, cuando un grito con fuerza anuncia que se vende café, avena y manzanilla, las prostitutas se esconden ante la luz del día, y uno respira como si por minutos se pudiera aprovechar una tregüa de seguridad. La mujer que hace la cola para la buceta suelta la cartera, deja que caiga a lo largo del brazo sin mayor presión, el chamo saca el blackberry y en el carro mi amigo va con los vidrios abiertos.

Una ciudad que despierta sobre los desperdicios del día anterior, todo huele a humedad, descomposición y podredumbre. El puesto de hortalizas, al lado del kiosko, dejó caer un par de verduras que en pocos minutos y bajo un sol ardiente llegaron a la descomposición, dos hermanitos orinaron en la esquina rápidamente sin que nadie los avisara y un borracho se bañó con el agua de la fuente dejando el trapo que le sirvió de cobija.

En el Junquito la realidad es bastante parecida, solo que llena de tierra y agua y un poco más fría. Esto, en el fondo, es lo que busco conocer. Lo que bordea tantas historias y los sentimientos que las penetran. Luego me pregunto, ¿en qué medida el Estado toma decisiones por nosotros y hace que estemos en un carrito y no en un metrobús o un tren? ¿Por qué el niño de 6 tiene que agarrar camioneta para ir a clase? ¿Por qué la gente solo duerme en el Junquito? ¿Puede ser mejor la existencia de un comerciante que carga a cuestas incertidumbres y artículos y pocas seguridades? ¿Qué de esto depende de nosotros y qué tanto ha decidido el azar del nacimiento nuestras vidas? ¿Podemos resolver el tema de la seguridad por nuestros propios medios? ¿Es la vida de uno que se levanta en calles limpias y asfaltadas mejor de otro que respira el excremento del perro y la tierra del cerro? ¿Hay alguna forma de que todo esto sea diferente?


@claumarquez

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